Ya no queda vida, y nos alejamos del abismo de los bares mientras un rayo de luz le pinta los ojos a la noche.
Nos alejamos el uno del otro, aunque caminemos en la misma dirección; como dos malabaristas mancos que quisieron impresionar al tiempo y éste se les vino encima.
Y nos alejamos el uno del otro, para no tener razones para ser suicidas.
Por el vértigo que supone alejarse del abismo.
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